viernes, 7 de enero de 2011

Al día siguiente de la Cabalgata vemos las calles asfaltadas de una sustancia pegajosa resultante de machacar miles de caramelos. Fue una tarde maravillosa de radiantes sonrisas infantiles y no tan infantiles. Sin embargo, a veces pienso en una balanza imaginaria donde en un extremo se colocaran los kilos y kilos de caramelos, y en el otro las alegrías y satisfacciones de los niños. Se vería el saco de dulces abajo, fruto del gran peso, mientras que ascendería lo más etéreo e inmaterial de este mundo: la sonrisa de un niño. Pese a tanto escéptico y filosofo de lo negativo, ¡quién no escogería los ojos brillantes y completamente abiertos de los señores bajitos!
Entonces, todos estaremos de acuerdo en que las alegrías de los pequeños no se esfuman por un kilo de más o de menos de chucherías. De hecho, disfrutan observando el paso de cabalgatas de no sólo los Reyes Magos sino de personajes como Harry Potter o Bob Esponja, acompañado de la música jovial y pegadiza interpretada por diferentes bandas.
Por ello, después de una edición de la Cabalgata como ésta, donde el Ateneo de Sevilla se ha cubierto de gloria con la chapuza reincidente en la elección del Rey Melchor, abogo desde aquí por comenzar un nuevo camino en la organización de la Cabalgata, donde tuviera un mayor protagonismo el Ayuntamiento, por ejemplo, proponiendo al Ateneo una terna de candidatos para cada puesto de Rey Mago, terna compuesta por personajes de relevancia y con verdadero apoyo por parte de la ciudadanía (caso que no se da en la elección de señores como don Cayetano, hijo de la Duquesa de Alba).
Sobre todo, ha de buscarse un giro en el sentido que se le está dando a este espectáculo. Y como decía al principio, es tal el derroche de caramelos que alfombran inmisericordes nuestras calles. Todos sabemos que dentro de unos meses las bolsas repletas acaban en el cubo de la basura, porque ningún niño tiene el estómago de un elefante para digerir tanto dulce. Luego magnífica sería la idea de que esos caramelos pudieran ir a países en vías de desarrollo. ¿Cómo? Organizando un concurso en el que se premiara la mayor recogida de caramelos, de manera que pesadas las bolsas de los concursantes (las cuales se repartirían a ONG), el que consiguiera el mayor peso en chucherías ganaría regalos más interesantes para un infante como una play o una wii.
Así se vincularía la Cabalgata de los Reyes Magos con el fenómeno de la solidaridad internacional. Los pequeños espectadores risueños durante el recorrido tendrían un pensamiento en los niños de otros mundos sumidos en circunstancias más desfavorables. Además, muchos harían el esfuerzo de guardar cada caramelo que cae al suelo, con lo cual ganaríamos todos con unas calles que recordarían menos al desfile de los Cazafantasmas bañados en viscoso ectoplasma.



No hay comentarios:

Publicar un comentario