viernes, 4 de marzo de 2011

ESPADAS, DE VENDEDOR DE LA ESPASA

El candidato socialista llama a la puerta y nos quiere vender "una biblioteca por barrio". Llama la atención esta promesa si se tiene en cuenta que la biblioteca de la Alameda ha cerrado por las tardes por falta de personal, imprescindible para la organización y préstamo de los fondos bibliográficos.
Si se cumpliera la promesa, dejaríamos de ser una de las ciudades con más bares per cápita (si se fija, lector, lo de renta per cápita es una fórmula extraña por estos lares); para centrarnos en un nuevo récord: la ciudad de las bibliotecas.
Que no se diga: se acabó el empinar el codo en la barra. ¡A hincar los codos!, que decían nuestras madres.
¿Se imaginan una Sevilla de bibliotecarios, esos seres de tez blanquecina y mirada gacha? ¿Dónde quedarían esos muchachos y muchachas morenosdeverdeluna? Tiremos las gafas raybán, lo que mola son esas gafas apoyadas en el borde de la nariz con cadenita en el cuello.
Al menos, positivo sería que se implantara esa cultura del respetuoso silencio. Ya saben la leyenda para guiris de los españoles con bigote y enfadados. No, no me refiero a Aznar, ya estamos. Lo que quiero decir es que así nuestras cuerdas vocales no estarían tan gastadas. Porque ¿acaso creen que la voz aguardentosa es por lo que beben? No, se debe a lo que gritamos en los bares.
Y ya he vuelto, sin darme cuenta, a mencionar los bares. No tengo remedio.
Señora bibliotecaria, póngame una caña... No, señora, bueno, no se enfade, póngame Cañas y barro, de Vicente Blasco Ibañez-

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