miércoles, 31 de julio de 2013

LOS ASESORES TAQUICÁRDICOS DE RAJOY

[Nuevo artículo-sainete en Publicoscopia]


11:06 AM. 31 de julio de 2013. Palacio de la Moncloa. Últimos coletazos de la reunión matutina del equipo de imagen y redacción del sr. Presidente del Gobierno de España.

[Entra la  asesora D, quien había permanecido casi media hora fuera en el pasillo atendiendo una llamada personal]

Asesora D: Siento haber tardado tanto. Mi hermana y mi cuñado me invitan a pasarme por su chalet en agosto. Además, me pasaron con mi sobrinita, que ya con ocho años habla por los codos.

Asesor B: Hay que espabilar. El director Jorge Moragas hace dos semanas sufrió un percance jugando al fútbol y se fracturó la muñeca, con lo cual la mano derecha del MaRaJá  [apelativo cariñoso con el que se refieren al Presidente del Gobierno, sr. Rajoy]  no puede escribir el discurso.

Asesor A: [Se dirige a la asesora D] Nada que perdonar. Siéntate. Como sabes, el plan era clarísimo: dedicar la mañana a elaborar individualmente un boceto de discurso del MaRaJá para la comparecencia ante el Congreso. Luego, por la tarde, puliremos y unificaremos las diferentes ideas en una sola. Te has perdido casi por completo la lectura que ha hecho Asesor C, pero no perdamos el tiempo. Si pudieras leer lo que has escrito...



Asesora D: Bueno, la interrupción no me ha ayudado...

Asesor A: Ponte de pie. Así se te oye mejor.

Asesora D: No he tenido mucho tiempo por la llamada. La verdad es que son notas deslavazadas. No me ha dado tiempo de ordenarlas.

Asesor A: Tranquila, estamos entre colegas.

Asesora D: Leo:
“Comparezco ante esta Cámara para solicitar la confianza de la misma”.
[pausa larga, seguida por un silencio venerante en la habitación]
“Estas fueron las primeras palabras de mi discurso de investidura como presidente del Gobierno, y las repito hoy para dejar claro que el 19 de diciembre de 2011 obtuve esa confianza del Congreso de los Diputados. No tengo, pues, que demostrar nada ante la bancada de la oposición”.

           [Aplauso irrefrenable del asesor C, mientras que el resto asiente con la cabeza]

Asesora D: Gracias. Con esta introducción he pretendido subir la moral de los ultras del Grupo Popular. Pero hay que contentar a todos, también a los más críticos dentro del PP. Sigo leyendo:  
“Di mi total apoyo, cuando alcancé el liderazgo de mi partido, a aquellos que ya se encontraban trabajando para y por el partido, incluido el entonces tesorero”.
[La asesora D sigue leyendo sin saber quién es el que la ha animado con un “Muy bien”]

“El señor Egabrense era un dandi mitómano de los Mercedes y las corbatas Gucci, pero mire para otro lado. Confundí mitos de la política con realidades de la política; los tiempos dorados del ex presidente sr. Aznar me obnubilaron y pensé que podríamos repetirlos guiado por las manos de expertos de aquella época, como el señor Egabrense.
“Cuando comenzó a desmadrarse, le di mi toque de atención característico: “un poquito de por favor”, le advertí. Ni caso; siguió igual que siempre. Perdí mi tolerancia hacia sus tejemanejes cuando me enteré de las cuentas en Suiza, y dejé de enviarle mensajes por el móvil. Al libre mercado de la prensa vendí mi tocino (por no llamarlo chorizo) y se lo llevó Pedro Jota, porque yo no quise ceder a ningún chantaje. Me redimí torpemente porque le puse todo el asunto en bandeja a los partidos de la oposición.
[La asesora D deja encima de la mesa uno de los folios y continúa]

“No es baladí mi tope salarial, pero yo no vine a la política a enriquecerme; eso sí, todos tenemos caprichos: yo envidiaba los trajes de Camps y las gafas que usaba Steve Jobs.
Un titirimundi, mi tolerante abuelo decía que era el mundo de la política. Un cajón donde los títeres pegan saltos porque arriba hay unos, los grandes empresarios, que mueven los hilos.
¿Que yo no hago nada? ¿Que no mando nada? ¿Que no doy la cara? Gandhi, mi tótem de la política del siglo pasado, es el apóstol de una gran idea: la  no-acción, la resistencia pasiva. Yo soy un discípulo suyo. Él consiguió la independencia de su país del Reino Unido; yo modestamente pretendo lo mismo respecto de la invasora Merkel”.
[La asesora D pasa nerviosamente los folios, parece que ha perdido el hilo]

Asesor B:  [con lágrimas en los ojos] Ha sido soberbio.

Asesora D: Mi intención ha sido que el MaRaJá pronuncie un discurso que contente a todos los españoles.

Asesor A: ¿Esto va a hacer felices al rojerío, a los sociatas?

Asesora D: Ellos desean que el MaRaJá diga en voz alta: “Dimito”. Y yo lo he colado en las líneas anteriores para que lo diga hasta diez veces.




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