viernes, 4 de octubre de 2013

RAJOY, EL POLÍTICO SUSHI

[Nuevo artículo en Publicoscopia]


17:08 PM. 4 de octubre. Palacio de la Moncloa. Reunión del equipo de imagen y redacción del sr. Presidente del Gobierno de España.


[Turnándose los asesores en los últimos viajes del Presidente, los asesores B y D estuvieron en Nueva York, mientras que el asesor C formó parte de la comitiva del Presidente en su viaje al país del sol naciente]


Asesor A: Demos un fuerte aplauso al compañero C, que se ha estrenado en su primer viaje oficial.


[Aplausos que incomodan al asesor C, que se lleva la mano a la nuca y agacha la mirada]     


Asesor B: Cuéntanos cómo te ha ido con el MaRaJá [apelativo cariñoso con el que se refieren al Presidente del Gobierno, sr. Rajoy].


Asesora D: ¿Habrás traído algún detallito? (poniéndole la mano sobre el brazo]


Asesor C: Sí, luego os lo enseño.


Asesor A: Venga, un rápido informe (coloca los codos sobre la mesa y apoya el mentón sobre las manos).


Asesor C: En mi vida había hecho un viaje tan largo. Llegamos todos reventados. El hotel, magnífico. La única pega, las camas. El MaRaJá durmió en una cama hecha para la estatura media de los japoneses. Nos contó que durmió con las piernas fuera del colchón. Se levantó con lumbalgia. Y eso no fue lo peor. Cuando a las once fue recibido por el emperador, estaba incapacitado para doblar la espalda, como dicta el protocolo. Por culpa del dolor,   pero muchos pensarían que era falta de educación.


Asesor B: Antes que eso, estuvo en el encuentro empresarial bilateral, ¿no?


Asesor C: Así es (se frota las manos), una hora antes. Seguramente ya os fijasteis en Rajoy con la rosa, que era desproporcionada en tamaño. Hice lo que pude. Le dije al MaRaJá que muy bien, que en Japón se agasaja al invitado con una rosa roja, pero que tenía que pensar en la imagen que se daría en nuestro país. Ni caso. Le dije que el PSOE tiene como símbolo la rosa roja. Nada. Le  dije también que muchos hablarían del puño y la rosa, o peor aún, de la rosa y el capullo… de rosa, se entiende.


Asesor A: Una asociación peor con esa imagen era la del típico payaso con peluca de color chillón, maquillaje excesivo y flor grande que suelta agua de broma.




Asesor  C: Eso no se me ocurrió.


Asesora D: ¿Tuviste tiempo libre luego?


Asesor C: Poco, porque por la tarde se inauguraba una exposición de pintura, y cogí la cama pronto.


Asesor A: ¿Cómo fue el jueves?


Asesor C: Fuimos a Fukushima. Antes de ir a la central, visita que se hizo a mediodía, el MaRaJá tuvo un momento de espiritualidad.


Asesora D: ¿Y eso?


Asesor C: Asistimos a la ceremonia del té, una tradición milenaria a la que fuimos invitados el MaRaJá, Moragas y yo. Fue irritante.


Asesor B: Explícate.


Asesor C: La verdad es que yo voy a otra velocidad, la sensación era la misma que estar ante una página web que nunca termina de abrirse. Todo era lentísimo. Cuando se entraba por primera vez en la sala, había que hacerlo a cuatro patas, lo cual lo agradeció la espalda del MaRaJá, que seguía renqueante. Allí estábamos, y según nos explicaba el traductor, teníamos que dedicarnos a elogiar los utensilios y la decoración de la sala. Yo sólo veía una abanico extendido con un paisaje de montaña, y abajo en el tatami, unos cuencos, una tetera y una especie de brocha de las de afeitar. No entendía nada. Al rato, nos pusimos a comer unos dulces, pero todo a cámara lenta. Yo, con el rabillo del ojo, veía al MaRaJá encantadísimo. A la hora debíamos salir al patio, y nos dijeron que todavía quedaban dos horas más.


Asesor A: ¡¿Tres horas de ceremonia?!


Asesor C: Lo mismo pensé. Yo me moría, y Moragas no abría la boca pero me miraba con cara de cordero degollado. El MaRaJá estaba como en una nube, estaba como pez en el agua. Sobre todo, cuando volvimos y comenzó la parte del té. El traductor me explico que la brocha de afeitar no era para afeitar sino para darle vueltas al té. Todo muy muy despacio, y el maestro de ceremonia hablaba muy muy tranquilo. Nos explicó el concepto japonés “jaku”, que significa tranquilidad, y al MaRaJá se le iluminaron los ojos. Tenía ante sí a su alma gemela, una persona que conectaba totalmente con su carácter. Todo aquellos reproches de que nunca toma decisiones tenían su explicación en ese modo japonés de ver la vida. Por eso digo que fue espiritual. Moragas y yo, a las dos horas, nos excusamos y nos fuimos echando leches. Allí dejamos al MaRaJá girando lentamente la taza, y a gatas porque fue imposible que se sentase en la posición tradicional, y no se permitía el uso de sillas.


Asesor A: ¿Algo que destacar en la visita a la central?


Asesor C: Nada, todo muy aséptico. Lo único, la ocurrencia del MaRaJá, que les recordó a los directivos de la central el episodio de Fraga en Palomares. Por un momento, pensé que no sería mala idea que el MaRaJá se pusiese el bañador e imitase a Fraga. Para que la parsimonia se transformase por la radiación en la furia de un Hulk.


Asesor B: Sí, la Masa.


Asesora D: La masa de plastilina y sus hilillos, ja ja.


Asesor A: La verdad es que tenemos un gobernante pusilánime, que se acobarda a las primeras de cambio. Está muy crudo para esta era de vídeos virales y retuiteos masivos.


Asesora D: Nunca ha sido lo suyo la velocidad de respuesta ante las crisis.


Asesor  C: Seguro que la idea de subir el límite de velocidad a 130 no ha sido idea suya.


Asesor A: Después de todo, alguno habrá todavía que se queja de que aumente la nómina de los asesores del Gobierno. ¡Con el trabajo que nos dan!






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