martes, 17 de junio de 2014

EL CANDIDATO GAGÁ

[Nuevo artículo en Publicoscopia]


En el proceso de votación del secretario general del PSOE, como en toda historia digna de ser filmada o narrada épicamente, existen los perdedores. No me refiero a aquellos que el próximo 13 de julio no obtendrán la mayoría. Son los precandidatos que no alcanzarán el número mínimo de avales exigido por la dirección socialista.
Hablo en plural de precandidatos para camuflar la soledad de aquel candidato del cual menos expectativas ganadoras existen. Manuel Pérez García, que así se llama en una sinfonía de apellidos ordinarios, es un militante socialista de  67 años. Por tercera vez se presenta como candidato a secretario de su partido. No es oriundo de aquella ciudad cuyo club es famoso por su alta moral, sino de Puertollano. En su blog http://manuelperezprimarias.blogspot.com.es/  se presenta bajo la triada medico-economista-abogado.
Este socialista genético, como él mismo se califica, me impulsa a reflexionar sobre cómo el consumismo mercantilista que nos educa y manipula en el rechazo a las arrugas y la adoración de la esbelta juventud, primero en el campo musical, más tarde en el deportivo, extiende sus tentáculos al ámbito político.
En plena crisis de identidad del PSOE se busca el elixir de la juventud con desesperación. El remedio está en los barbilampiños, en las cabelleras que nunca han sido mancilladas por el tinte. La regeneración debe partir de las nuevas generaciones. Cuando oigo estos mensajes dudo si no estaremos cayendo en otra separación más de la sociedad. El dinero nos etiqueta en una u otra clase social. La pretensión de cualquier demócrata siempre se halla en la lucha contra todas las barreras que se nos interponen para alcanzar la igualdad de los conciudadanos.
En un mundo en el que la crisis y los ajustes han acentuado la distancia que separa a ricos y pobres, no podemos permitir que en política se establezcan nuevas brechas. Pensar que la sociedad solo avanza con la llegada de los más jóvenes es erróneo. Sociedad somos todos, jóvenes, adultos, mayores. Se trata de buscar las mejores ideas allí donde se encuentren las mejores mentes. No será la primera ni última vez que hemos conocido casos de imberbes que realizan proclamas dignas de un habitante de las cavernas.
Estas últimas semanas ha corrido de boca en boca una palabra, república, a la que traigo aquí como título de la famosa obra del filósofo griego Platón. En La República de Platón se abogaba por un gobierno de los sabios, identificándolos como los ancianos, aquellos que están imbuidos de las mayores virtudes, habiendo pasado ya la etapa de los desmanes juveniles. Este podría ser un argumento dignísimo para tener siempre presente a la tercera edad, sobre todo si nos percatamos de que esas disquisiciones son antiquísimas, del siglo III a.C.
Prefiero terminar con unas palabras recientes, plasmadas en un libro publicado en 2010, que corroboran mi defensa de las brillantes e inteligentes canas. Su autor hizo un llamamiento a “una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen como horizonte para nuestra juventud más que el consumismo de masas, el desprecio de los más débiles y de la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos”. Tenía 93 años y se llamaba Stéphane Hessel. El eco de su grito de indignación acabaría llegando a las plazas de nuestro país en la primavera de ese mismo año.

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