miércoles, 6 de marzo de 2013

Los segundones

  Detrás de un gran hombre hay un segundón. Aunque parezca sorprendente, a veces utilizamos la lógica, que no es lo mismo que la razón. Vemos a una personaje en la cúspide de una organización, nación o empresa, y suponemos que es un semidiós.

    A partir de esa deducción, llegamos a reflexiones peligrosas, como la de poner una escala de valores en esa estructura. De manera que si quien lidera es alguien excepcional, quien le sigue en el escalafón debe acercarse en muchas de sus magníficas cualidades, y así sucesivamente, hasta llegar a nuestra humildísima posición. Como ciudadano de a pie, como votante en solitario, como obrero de ennegrecido mono, nos colocamos a nosotros mismos a la altura de una hormiga.

    Falso. Estamos en la época de los segundones. Tras enfermar Fidel Castro, ocupó su sillón Raul Castro. Tras fallecer Hugo Chávez, Maduro alcanza el poder. Ambos sin carisma ni sexappeal político. No piensen que están ante un panfleto neoliberal que escupe insultantes soflamas contra la revolución socialista. No lo piensen, porque tenemos ejemplos también en EE.UU., donde Obama, para sustituir a Hillary Clinton, ha decidido nombrar nuevo Secretario de Estado a John Kerry, quien fuera candidato demócrata hace casi una decada para perder la batalla electoral con Bush Jr.

    Aquí, en la madre patria, no nos quedamos atrás con el presidente Rajoy, que si alguna vez tuvo carisma lo perdió con el recorte de la barba, y de paso, con los demás recortes presupuestarios. Mariano, que pasó sin pena ni gloria en el reinado de Aznar, se disolvió como hilo de plastilina, y fue segundo plato para la sucesión, cuando el dandy Rato se marchó de mandamás del FMI.  

    Quienes se hallan junto a los líderes y grandes personajes de la historia, están JUNTO, nunca por sí mismos. El problema es que nunca sabemos si realmente se encuentran ahí porque han nacido para hacer el trabajo sucio, para desengrasar la sala de máquinas, o simplemente el grande entre los grandes decidió buscar a uno que jamás le hiciera sombra. El segundón está ahí para que destaque aún más la figura imponente, y cuando el Jefe nos deja, el vacío se ríe de nosotros devolviéndonos el eco de los lamentos.

  Ecos como de las lágrimas por Juan Pablo Segundo... Segundo, segundo, segundo, segundo, etc. Un segundón que no ha soportado este eco y ha decidido marcharse es Benedicto XVI. Se marcha, y las tiendas de souvenirs son inmisericordes: todos comprando estampitas del polaco. Bueno, al menos, Ratzinger ha asumido su papel. Jamás un segundón podrá ocupar el puesto del amado. ¿Lo hará Line ahora que Whatsapp decide cobrar por el uso?
    

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