martes, 18 de marzo de 2014

LA URNA

[Nuevo artículo en Publicoscopia]


 Oí hace unos días la intervención del president Artur Mas en el Parlamento catalán, tras la pregunta de la popular Alicia Camacho. Me preocupa que el nivel del debate llegue hasta niveles tan pobres. No me refiero a que como en toda contienda política se arrojen los eslóganes mediante la técnica maniquea de ver solo los defectos del adversario electoral. Lo que me indignó como ciudadano fue que se arrojaran el uno al otro las urnas como armas arrojadizas.

    ¿Sorprendido, querido lector? Pensarás que a estas alturas no se puede uno escandalizar si no hay insultos, descalificaciones, calumnias varias, y todo aderezado por la conveniente insinuación a la incivil guerra del 36. Todo estamos bastante acostumbrado a ello. Pero personalmente me revelo a que se use en la dialéctica de nuestros representantes el instrumento de la democracia: la urna.



    No es un fenómeno aislado sino internacionalmente propagado. Se ha pervertido la natural condición de las urnas en pocas semanas en la Europa oriental. Ya hemos sido suficientemente bombardeados por la actualidad periodística. En nuestros oídos resuenan los nombres de Ucrania, Kiev, Simferopol, Crimea. La prensa, la televisión, han sacado las imágenes más impactantes, a veces las más bellas estampas a contraluz o en blanco y negro. Suficiente. Necesitamos la reflexión en estos momentos. Es hora de asimilarlo y sacar tus propias conclusiones.

    Dos visiones de Ucrania se enfrentan. La occidental, que busca la protección de la Unión Europea; la oriental, que mira a la Madre Rusia con los ojos llorosos de un huérfano. ¿Cuándo dirigió occidente la mirada hacia Kiev? Cuando los manifestantes europeístas ocuparon la Plaza de la Independencia, y henchidos de orgullo malsano, los poderes de la UE vieron una oportunida única de expansión. El resultado lo conocemos todos: El presidente Yanukovich huyó del país dejando un vacío de poder. Ahí es donde quiero, lector, que levantes la vista del texto para pensar con calma. ¿Aceptarías que tu voto lo pisotearan? Pues precisamente eso ha sucedido en Ucrania. EuroMaidan tomó el poder y rompió las urnas en las que se cobijaban los votos de millones de ciudadanos libres. Se arrojó el contenido de las últimas elecciones presidenciales al agua fría del Mar Negro.

    Bañados por esas aguas se encuentra la península de Crimea, la región sureña de Ucrania donde vive una población mayoritariamente de origen ruso. Aquí se rebeló el parlamento de la región para, en desacuerdo con la deriva gubernamental de Kiev, optar por la independencia, que más bien es desembarazarse de Ucrania para arrojarse en brazos de Putin, quien ha manejado con maestría a sus tropas en la zona, cuidándose de las acusaciones de invasor con detalles como la ausencia de distintivos en los soldados rusos. El siguiente paso fue la convocatoria y celebración de un referéndum, a todas luces ilegal, en la que se decidió el pasado domingo la anexión a la Federación Rusa.

    Las urnas son nuestra casa, acogen nuestras aspiraciones y esperanzas en el destino del pueblo. No te dejes engañar por el cristal o el metacrilato con el que se han construido. Su estructura es robusta, se formó en la fragua de los apasionados corazones. Piensa en la transparencia de la urna, en cómo tu voto cae junto a su voto: pesan lo mismo, valen igual.

    Ellos con su mal ejemplo han manchado la labor de las urnas. En Ucranía hubo un golpe de estado. Que lo maquillen como quieran, que lo edulcoren con visiones de la bella juventud revolucionaria de pañuelo en la cara. Es más sencillo que todo eso. Se rompió a martillazos la casa de la democracia, la sagrada urna y el designio de millones de votantes. En Crimea, por su parte, la urna ha sido destrozada desde dentro, como si los votos depositados en ilegales reglas procedimentales fuesen material explosivo. En Simferopol ha explotado las bombas-urna cuyo objetivo es el actual gobierno ucraniano. Tan dañoso es tirar a la basura el resultado de unas elecciones presidenciales favorables a Yanukovich, como hacer una pantomima de referéndum que la ley no autoriza y que no merece dicho denominación, porque una votación no es libre mientras invaden tus calles fuerzas militares del extranjero, apoyadas por unidades paramilitares.

    Las urnas sufren ataques desde fuera, desde dentro y son lanzadas como objeto contundente contra el adversario político. Para terminar, no me olvido de los sibilinos artificios que pretenden englobar el uso de las primarias dentro de un proceso de democratización de los partidos. La urna se está alzando como herramienta de marketing político cuando hacemos uso de las primarias por mero calco de las costumbres estadounidenses, cuando salen varios candidatos y no hay detrás ni la mínima diferencia programática entre ellos, cuando las campañas de primarias son personalistas y se ocultan los manejos para conformar el respectivo equipo. Si me piden un ejemplo, podríamos exponer la ocurrencia de extender el derecho de voto a los no afiliados, siguiendo así el proceder de la técnica de fidelización de las grandes empresas. El partido actúa así acercándose al cliente potencial consiguiendo de él la aceptación para la recogida y uso de sus datos personales, y dando comienzo a la lenta captación del futuro pagador de cuotas, que la financiación es lo primero.

    Espero, en fin, que estos vientos antilibertarios, cuando no devaluadores de la democracia, sean pasajeros. Espero que no se haga realidad un mundo en el que ser ciudadano tenga la misma validez que ser socio de un gimnasio. Que no nos quiten nuestro poder, que no tengamos que conformarnos con fabricar la urna con los gestos de un mimo en el aire.



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