martes, 18 de junio de 2013

LA MUERTE ES SINDICALISTA

[Nuevo artículo en Publicoscopia. ]

Unas telas negras la envuelven, una capucha le cubre la cabeza. Despacio se mueve por entre las mesas de la oficina. Su metálica arma roza el pavimento produciendo un chirriante sonido que pone los pelos de punta.
    La sala ha enmudecido; únicamente suena el pitido indiscreto de un fax, seguido por la melodía de moda de un móvil que nadie se atreve a descolgar. El ajetreo de los teclados ha dado lugar a un traqueteo de dientes.
    Ella avanza con un caminar de carraca insolente. Ha dejado atrás el pasillo central y los flashes de móvil de algún valiente rezagado. Se para frente a la mesa de la secretaria del director, quien paralizada por el pánico sólo balbucea: “dire... director... o-o-ocupa-pado”.
    El absoluto silencio de la oficina la impulsa a mover la guadaña hacia la puerta, con el filo llama tres veces. El “adelante” despreocupado lo oyen todos los administrativos presentes; por una vez, no sale de labios del director ninguna ofensa ni humillación.
    La Muerte hace acto de presencia en el despacho del director de relaciones laborales de la CEOE, José de la Cavada. Éste deja caer su pluma y se agacha atropelladamente, en principio, para recogerla, pero luego piensa que no es mala idea refugiarse debajo de la mesa. La Muerte estalla en una risotada y con la punta de la guadaña lo atrapa por un orificio de la nariz, haciéndolo salir.
    “Vengo a hacer mi trabajo”, pronuncia una voz cavernosa. Lo mira penetrante con las cavidades oculares y el director tartamudea: ¿so... soy yo?
    Un no rotundo resuena en el despacho. La Muerte le explica que viene a anunciar el fallecimiento del familiar de un subordinado, y añade:
-Es una mala noticia para usted. Le voy a robar durante cuatro días a uno de sus administrativos, que hará uso del permiso correspondiente del Estatuto de los Trabajadores. Esa ausencia del trabajador supondrá un coste más que tendrá que asumir.
    La Muerte se da media vuelta y abandona el despacho, avanzando por la sala con tal fuerza sindical que ha provocado un paro (de miedo) en los trabajadores. Dentro, el director solloza arrodillado sobre la alfombra de arabescos rojos y verdes. Se sorbe la nariz con dolor en la enrojecida punta y entre lloriqueos asegura: “Jamás pronunciaré el nombre de la Muerte en vano”.

*Sátiras aparte, señor de la Cavada, un trabajador nunca se acoge al permiso por fallecimiento por simple gusto. En el número de días no sólo ha de tenerse en cuenta los desplazamientos más o menos cortos sino el estado de duelo y el proceso de recuperación anímico para que 
vuelva con entereza al centro de trabajo.

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